El Millonario venció por 3-1 a Estudiantes en el Monumental y obtuvo el título; el análisis de los rendimientos que le dieron el campeonato.
River le ganó por 3-1 a Estudiantes y se consagró campeón de la Liga Profesional en un Monumental repleto de su gente, para desatar una fiesta a falta de dos fechas para el final del campeonato. El Millonario le sacó nueve puntos ya indescontables a Talleres y bautizó de gloria el ciclo de Martín Demichelis al frente del equipo gracias a los elevados rendimientos de sus figuras.
El uno x uno de River: los puntajes del Millonario a lo largo de la Liga Profesional
Franco Armani (7). Tuvo un par de partidos irregulares y hubo periodistas que lo querían retirar. Una locura. Gran torneo del Pulpo, la segunda valla menos vencida del torneo. Pocos se acuerdan: en el momento en que empezó a arrancar este equipo él mantuvo el arco en cero en ocho partidos seguidos, algunos con tapadas notables. Más vigente que nunca.
Milton Casco (7). No estuvo flojo, simplemente no mantuvo el altísimo nivel que venía teniendo en otros años. Muy buena primera mitad del torneo, después se cayó un poco. Jugó por izquierda o por derecha con la misma naturalidad, siempre a la orden. Salida limpia.
Leandro González Pirez (8). Debe ser el jugador que más velozmente cambió reproches por aplausos. Ganó confianza y se convirtió en un mariscal, una garantía. Pedían que se fuera, hoy piden que no salga. La jugada del primer gol contra Estudiantes fue su mejor regalo, junto a los aplausos del final cuando Micho lo sacó.
Paulo Díaz (7). Cuando no estuvo se sintió. Volvió para los partidos chivos y formó un tándem buenísimo con Pirez. Por arriba, una fiera. Por abajo, un tiempista. Y buen pie para salir jugando con categoría.
Enzo Díaz (8). ¿Muchos jugadores se pusieron la camiseta y empezaron a rendir de entrada? A Díaz no le pesó el manto. Lo necesitaron de central y rindió, más allá del primer error. Un lateral a lo River, con la mente más en el ataque que en la defensa. Y se llama Enzo.
Enzo Pérez (8). El alma del equipo, el corazón dentro y fuera de la cancha, el director de orquesta: los partidos se jugaron a su ritmo, como él quiso. Su edad no importa porque sabe correr la cancha. El referente que todo campeón necesita. Es Enzo. A la bandera, señores, ya es ídolo.
Rodrigo Aliendro (9). No tiene tatuajes estridentes. Su corte de pelo no es llamativo y usa botines negros. Un antihéroe. Y desde ese silencio se hizo una pieza clave, el engranaje que faltaba para que la máquina funcionara. El socio de todos, de Enzo para recuperar y de los creadores para llegar. Dicen que nunca erró un pase. No se descarta.
Nicolás de la Cruz (8). Todo River campeón tiene que tener un uruguayo. Dinámica, arranques vertiginosos y gol. El que pide la pelota cuando quema, el que encara una y otra vez. Empezó lesionado y el equipo lo sufrió. El jugador más europeo del fútbol argentino, uno de los irremplazables. Golazo ante Estudiantes para que la gente se rompiera las manos gritando “uruguayo, uruguayo”.
Ignacio Fernández (7). La inteligencia al servicio del fútbol, el Iniesta argentino. La pausa justa, el pase preciso. Siempre que fue titular en el semestre, ganó River. Es humilde, es querido, es Madrid. Volvió para ser campeón y es campeón.
Esequiel Barco (8). Necesitó un año de adaptación, ésta debía ser su temporada, y lo fue. Tiene lo que nadie: gambeta en espacios chicos. Eléctrico, indescifrable. Apareció en momentos clave.
Lucas Beltrán (9). Llegó Borja, llegó Rondón. La nueve fue suya por un solo motivo: se la ganó en la cancha. Con un sacrificio enorme sin la pelota y una certeza tremenda con ella, fue indispensable. Con 10 festejos fue el goleador del equipo pero no fue sólo eso, también participó de otros. Con el Pincha, empezó la fiesta con una volea deliciosa. El nuevo Julián. Un hermoso producto de la casa, uno más.
Pablo Solari (7). El primer suplente, la llave para abrir numerosos partidos, por ejemplo, el Superclásico. Desbordes y asistencias. Fue suplente solamente porque no había quien saliera. Presente y futuro.
Matías Kranevitter (6). Arrancó de atrás por la lesión que sufrió y con los partidos se fue acomodando mejor. Conoce el ADN de River. Cada vez que Enzo necesito salir ahí estuvo él con sus quites quirúrgicos y sus pases seguros.
Agustín Palavecino (6). Siempre a mano para darle descanso al equipo con la pelota. Pura técnica para cualquier momento del partido: para tenerla o para ir a ganarlo.
Miguel Borja (7). Muy buen semestre del Colibrí, solo tuvo un pequeño problema: el nivel de Beltrán. Por lo demás, nada para reclamarle, lo trajeron para hacer goles y los hizo. De hecho fue el segundo goleador del equipo. Un plus inolvidable: definió el Superclásico.
Martín Demichelis (10). Asumió con una mochila de mil kilos: reemplazar a Napoleón. Todo iba a ser comparación con él. Y el equipo fue un violín, arrolló a casi todos. Ganó el Superclásico, salió campeón dos fechas antes, fue el equipo que más goles hizo y siempre con el paladar riverplatense. Ganar, gustar y golear fue su lema, porque no todas las formas de salir campeón son iguales.
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